La reciente decisión del presidente de EEUU, Joe Biden, de conmutar las penas de muerte de 37 reclusos federales ha generado una ola de indignación entre las familias de las víctimas.
Biden transformó estas sentencias en cadenas perpetuas sin posibilidad de libertad condicional, justificando su decisión con su histórica oposición a la pena de muerte.
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Sin embargo, para los familiares de las víctimas esta medida representa una traición y una falta de justicia. Esto porque sienten que no se les consultó ni se consideró su sufrimiento.
Entre los casos más destacados se encuentra el de Donna Major, una cajera de banco asesinada durante un robo en 2017 en Carolina del Sur.
Su hija, Heather Turner, expresó su furia en un programa de televisión, afirmando que la familia intentó evitar la conmutación enviando cartas y solicitando reuniones, pero fueron ignorados.
«Estoy enojada. Sigo enojada. No puedo creer que esto esté pasando sin que se nos haya consultado», declaró Turner, quien fue citada por medios estadounidenses.
El esposo de Donna Major, Danny Jenkins, también manifestó su indignación, recordando cómo su esposa fue asesinada a sangre fría por Brandon Council, quien ahora verá su pena de muerte conmutada.
«No le mostraron ninguna piedad. Entró al banco, no dijo ni dos palabras y le disparó tres veces», relató Jenkins.
Para él, la decisión de Biden es inaceptable y representa un desprecio a la justicia.
La medida de Biden ha sido celebrada por defensores de los derechos humanos, quienes argumentan que la pena de muerte es inhumana y debe ser abolida.
Sin embargo, líderes conservadores y familiares de las víctimas consideran que la conmutación de estas penas es un golpe a la decencia común y una falta de respeto hacia quienes han sufrido pérdidas irreparables.
Donald Trump, presidente electo de EEUU y crítico feroz de la política de Biden, calificó la medida igualmente como un «golpe a la decencia común».